jueves, 27 de octubre de 2011

Castañar del Tiemblo y Pozo de la Nieve

"El Pozo de la Nieve. El pueblo árabe comenzó a construir pozos de la nieve alrededor del año 1100. En el siglo XVIII ya se realizaron en las montañas, a más o menos 1.000 m de altitud donde la nieve era abundante. El mejor terreno era el centro de las grandes praderas en ladera, lo que permitía rodar las bolas de nieve hacia el pozo. Su finalidad era acumular nieve en la época invernal y conservarla para el verano.
Para construir se excavaba en el terreno un hueco de 4 a 6 m de ancho y de 6 a 10 m de profundidad, realizándose la pared con bloques de piedra de granito[...]

Alrededor de los pozos se construían refugios [...] para evitar el calor del sol, ya que se trataba de mantener el hielo y la nieve el mayor tiempo posible. En el fondo del pozo poseen un desagüe con una salida subterránea para evitar la humedad, ya que la nieve no apoyaba sobre la tierra, si no sobre una cámara confeccionada con pequeños troncos para la filtración del goteo al deshacerse."
Hacía tiempo que queríamos sacar las bicis fuera de la Sierra de Guadarrama y se nos presentó el fin de semana perfecto: alquilamos una casa rural con las chicas y de paso nos llevamos las bicis.
Ficha de la ruta:
Centro de operaciones: Navaluenga. Casa Vacacional El Rincón del Venero.
Llegada: viernes 14 de octubre
Salida: domingo 16 de octubre
Nº personas: 9
Actividades: senderismo, golf, rutas MTB y sobre todo comer y beber.

Sabado 15 de octubre de 2011. Celebración por todo lo alto de la onomástica de D. Juan Francisco Santiuste: ruta por el castañar y posterior barbacoa a base de corderito. No podemos retrasar la vuelta porque como buenos machos alfa que somos, hay que preparar el fuego. Tenemos unas 3 horas y media para conocer la zona.

Al salir de la casa, un golpe de aire fresco nos recuerda que estamos en la provincia de Ávila, junto al río Alberche. Son las 8.45 y el coche marca 1ºC en Navaluenga pero según nos acercamos a El Tiemblo, sube el termómetro al mismo ritmo que nuestras ganas de ponernos a pedalear.
Aparcamos en El Tiemblo, ajustamos los frenos y allá que vamos.

Primeros kilómetros sobre asfalto, vemos los puestos de control del ayuntamiento que al parecer cobra una pequeña cantidad por el acceso al castañar. Nosotros pasamos saludando y todavía no se si fue por que aún era muy temprano o porque nos querían invitar, el caso que no pagamos el peaje.


De camino vimos esta viborilla en la cuneta, ya estaba muerta, que conste que nosotros no fuimos.


Termina el asfalto y continuamos por una pista bien pisada. Empieza a subir la temperatura y con los sudores del ascenso me sobra ropa. Paramos a despelotarnos y aún así seguimos pasando calor.

Luciendo tipito
Fue un acierto total salir tan pronto. Durante toda la subida, que es muy llevadera, sólo nos cruzamos con 2 vehículos, que por cómo estaba el camino, levantaron demasiado polvo.
Mientras, el sol empieza a filtrarse entre los pinos, dejando bonitos contraluces como este.


A Juan le tendrían que quitar varios puntos, de los de conducir. Recibió varias llamadas de felicitación, pero no paró de pedalear, a una mano; todo un peligro para la circulación.

-..muchas gracias...sí, cumplo 29
Seguíamos subiendo pero ni rastro del castañar, ¿nos habríamos perdido o es que han movido de sitio los castaños? Bueno, de vez en cuando las carretera aparecía flanqueada por pequeños castaños o castañetes.


Nos empieza a llegar el olor del bosque, un olor a pino que a mi me despierta recuerdos de un campamento que hice de crío por estos lugares. Por aquel entonces no sabía disfrutar del monte como ahora, pero ese olor me ha retrotaído a mi niñez.
Llegamos al desvío Castañar / Pozo de la Nieve y como el camino al Pozo parece más empinado pues allá que vamos, ahora sí parece que se pone interesante el camino. Llegando a un merendero aparece dibujado en un mapa de señalización el acceso al pozo, no entendíamos muy bien porqué pero estaba atravesado por unos pinos cortados recientemente, impidiendo el paso.


Después de saltar por encima de los troncos (alguno de considerables dimensiones), vemos que había que seguir otro camino, pero bueno así hemos hecho algo de bici-al-hombro para disfrute de Juan.
El bosque se va abriendo y se va convirtiendo en una plantación de helechos de colores diversos, me recuerda a algo, pero en Segovia creo que no tenemos nada parecido a este paisaje.


Desde aquí se empieza a vislumbrar buenas vistas ahí abajo, los castaños todavía no se adivinan, bien escondidos están los jodíos.


El camino de subida ahora está muy roto, con mucha piedra y con estos calores el terreno está suelto, no traccionas y en algún momento hay que echar pie a tierra, pero no es complicado.
Estaba saliendo todo a pedir de boca hasta que se oye el silbido culebrero de las nuevas cubiertas que Juan estrena hoy. Parece mentira, no tienen más de 20 kilómetros y ha aparecido una raja en la rueda de alante que después de un par de intentos, bomba en mano, conseguimos que el líquido tapone.


Nos viene bien el descanso y a seguir, que debemos estar cerca.


El día espectacular, según nos vamos acercando a coronar el portacho del pozo, más ganas tenemos de seguir subiendo, sobre todo Juan, pero tenemos un horario que cumplir y no podemos despistarnos.


Llegamos al refugio donde se encuentra el pozo, estamos solos y podemos investigar a nuestras anchas. El pozo está en una llanura, que su color delata la falta de agua. Y si no hay agua en los arroyos, imaginaros la cantidad de nieve que vimos.


El refugio ha sido reconstruido y está muy bien conservado, con un cartel en la puerta que he intentado reproducir al inicio de esta entrada. Es muy curioso cómo se las apañaban hace un par de siglos sin neveras, ni combis, ni  "No Frost". Ahí se montaban los tíos sus frigoríficos ecológicos, ahora, súbete tú hasta aquí para llevarte un trozo hielo... no se si merece la pena.


El fondo del pozo
Con ganas nos quedamos de seguir, pero nos confabulamos para volver en otro momento, la próxima vez si puede ser con más compañía.


La vuelta por el mismo camino que subimos, con cuidado por cómo estaba el terreno, la rueda de Juan y por la ganadería de reses bravas con que tuvimos que lidiar. Aquí Juan en un lance, dando un pase de pecho que ni Manolete. 


Paramos a beber agua en el merendero y a comer algo, casi sin hambre (qué raro). Cuando ya veíamos que nos quedábamos sin castañas, encontramos por fin el camino que desemboca en el castañar.
Aquí terminó nuestro viaje en solitario, se ven llegar hordas de excursionistas y gente paseando, niños cogiendo castañas (estas son de las que se comen) y los padres también, menudo expolio de castañas llevaban algunos.

Al parecer es un recorrido circular que se inicia y finaliza en el aparcamiento. A nosotros nos pilló a mitad de recorrido, así que dimos una vuelta y media a petición del público.


Esperaba encontrar castaños voluminosos y frondosos como en los cuentos de hadas, pero me encontré con árboles altos y esbeltos más tupidos en las copas que en la base. Estamos en el inicio del otoño, las castañas rebosan y sus erizos (el envoltorio de las castañas) desparramados por el suelo, mientras los árboles van mudando de color sus hojas. Otro espectáculo diferente al que nos esperábamos.






Algunas formas raras: de la base de un castaño arrancado o muerto, han surgido 4 ramas que con el tiempo se han convertido en árboles hechos y derechos.


Señalizado y rodeado por una vaya de madera (imagino para que los animales respeten), está el castaño conocido como "El Abuelo", un árbol con más de 500 años quemado en su mayor parte. Queda un tronco hueco del que ha ido resurgiendo la vida con más fuerza, creando un árbol parecido a un abuelo apoyado en sus muletas.



Llegando al parking (mitad de la ruta circular) nos dimos cuenta que necesitábamos más, así que nos dimos la vuelta e hicimos el recorrido completo. 
Esta vez sí vimos grandes árboles y frondosos, como los que tenía guardados en mi imaginación, incluso una manada de corzos que levantó una polvareda en cuanto nos escuchó y no me dio tiempo a retratar.


 Ahora sí, de vuelta para el coche que nos lo hemos ganado.


La vuelta por un camino empedrado por el que no subían coches, más cómodo en ese sentido pero incómodo por el sufrimiento de las suspensiones.
Una vez en casa, unas chuletillas, morcillitas, salchichas, alitas, cervezas, vinos y sangrías de sidra  después (sí, sí sangría de sidra, cuya elaboración aún es un secreto), tiramos de las orejas a Juan y nos siguió agasajando con otros placeres gastronómicos.


¡¡¡FELICIDADES JUAN!!! Al año que viene repetimos



lunes, 24 de octubre de 2011

El Kilómetro Vertical a Peñalara


El Kilómetro Vertical de Peñalara, prueba deportiva que organiza el Grupo de Montaña la Acebeda, es una carrera en la que se asciende en 3,7 km una altura de 1.000 m en vertical, con un último tramo desde el Chozo Aranguez, donde se sitúa el avituallamiento, hasta el pico de Peñalara se asciende por un canchal de piedras de granito, donde el esfuerzo para hacer cumbre a 2.430 m es brutal, y si no mirad el video del año pasado.

Ayer quedamos en subir prontito al Chozo Aranguez para ver el ambiente de la carrera y la subida a Peñalara. Juan, que le encantan estas cosas.

El fin de semana pasado estuvimos en el Castañar del Tiemblo, crónica que aún tengo pendiente. Fue un gran fin de semana y en nuestra primera visita el castañar nos deslumbró, la crónica en breve o más bien cuando tenga tiempo.

Domingo 23 de octubre de 2011
Antes de empezar, desde aquí queremos enviar fuerzas y un fuerte abrazo para los amigos de Navabike, en especial para Roberto y su familia.

Domingo ventoso de octubre, cuesta avanzar en dirección al submarino. Este viento trae nubes y es presagio de lluvia, ¡por fin! Pero esperamos que no descarguen durante la mañana de hoy.


He quedado con Juan, Roberto y Juan Carlos en la Venta a las 9.00 pero llego tarde. De camino me acompañan estos dos, que también iban a subir al Chozo, así que el grupo va incrementándose.

Mi hermano Javi y Cuca
 El grupo: Juan, Roberto, Cuca, Javi e Isaac (a la postre y según supe más tarde, campeón Castellano Manchego en la categoría Extrem), 




...y el último integrante que llega recién aterrizado de su luna de miel.


¡Ah!, se me olvidaba que yo también estaba, haciendo fotos pero estaba.
Cuca nos empezó a cebar para subir por el arroyo del cerro del Puerco, y después de llevar un tiempo leyendo a Tris que ese tramo cada vez les gusta más a los Sherpas, pues tuvimos que ceder a sus peticiones.
Arrancamos cruzando el puente que el pantano cubría y que en breve va a quedar de atrezo, porque, no es que quede poco agua en el pantano, es que casi no queda río.


La orilla del pantano y la mayor parte del camino por el que subimos, un secarral. Levantábamos tanto polvo que había que luchar por los puestos de cabeza para no terminar enharinados.


Desde el aserradero de Valsaín sale el camino que lleva al cerro del Puerco, pero al rato se divide un camino a la derecha donde comienza una subida paralela al arroyo que es preciosa, con tramos en los que hacer equilibrios y otros para disfrutar del paisaje. Yo detrás de Rober intentando sacar la cámara para retratar el momento.


 El camino sale a una pala algo más inclinada que termina en la pista de la cueva del monje.


Y desde allí a conectar con las Zetas de los Neveros, por otra zona igual de espectacular que la anterior.


La subida por las Zetas, cada uno a su ritmo, más bien cada uno como puede. Esta subida nunca termina, siempre hay una curva más, siempre una rampa mayor detrás de esa curva. Reagrupamos en el salto del Corzo.


Y de entre las malezas vemos aparecer a los Ketekés, con Kike sin guitarra y sin sus Toca2. Parece que vamos al mismo sitio, así que nos acompañamos. Aquí también cada uno a su ritmo.


En el arroyo de la Chorranca reagrupamos, le pregunto a Kike por los Kamorkas, que al parecer se han quedado discutiendo a donde iban hoy, seguro que terminamos cruzándonos con ellos. Los Ketekés no van al Chozo, así que nos despedimos de ellos.


De camino, Isaac nos transmite la mala noticia de la muerte de Simoncelli, a él se le ve notablemente afectado. El resto de la subida hasta el chozo a contra-corriente: sorteando bicis que bajan, corredores  y senderistas que nos ceden el paso amablemente. Al parecer ha terminado ya la carrera o al menos eso nos dice todo aquel con el que nos cruzamos.
Al fin llegamos al Chozo, bien guardado por Toñi, que se va animando a seguir el senderillo con sus doloridas rodillas a base de "paseos" como este. Con tanto frío ni siquiera paramos para ver si los corredores bajan o suben a Peñarala, todos pa'dentro rapidito que encima están encendiendo la calefacción central.

Estos cogieron palco VIP
Casi tenemos una tragedia, uno de los tablones del palco cedió y casi se lleva por delante a unos excursionistas que estaban en preferente tomando algo. Un susto.
Llaman a la puerta, es David Kamorca y el resto de la prole. No se porqué me imaginaba que nos veríamos.


Comemos algo y a pensárselo dos veces antes de salir, que hace un biruji... Empiezan a salir los chubasqueros por todos lados. El mío está bien calentito en casa (el alzheimer).


De entre las tinieblas que se han tragado la cima del Peñalara, se ve bajar un reguero de corredores multicolor. 


Tuve que tirar de zuping (también conocido como zum) para poder ver algo. Esta gente sí que tiene mérito, arriba no tienen autobús ni helicóptero de la organización para volver a casa, y si ya es jodido subir, creo que peor es bajar.


Arrancamos y nos cruzamos con un solitario sh-Chomin que sube al chozo, parece que va recuperando la muñeca. 
Los Kamorcas y los moto-bikers se bajan sólo Dios sabe por dónde, porque cuando llegué a casa me contó mi hermano que Isaac pinchó y se cayó partiendo el manillar; él quedó sin un rasguño. El resto bajamos por el raso del pino hasta la pista de la cueva del monje para llevar a JC a la Chorranca.


Parecemos el parchís hoy también, cada uno con el chubasquero de un color.


Nos adentramos en el pinar. Da gusto escuchar el sonido del viento bateando las ramas y no sentir ni una brizna de aire, aquí abajo, a ras del suelo estamos protegidos.



Paramos para ver el paisaje antes del descenso bici-al-hombro.




Porteamos las bicis en un tramo complicado, seguro que Juan Carlos lo echaba de menos.


Allí abajo sigue el salto de la Chorranca, cada vez con menos agua, pero aún sigue.



Bajada sin contratiempos con un Juan saltarín dando brincos entre roca y roca.

Érase una bici a un hombre subida.
La bajada la rematamos con un sendero que Juan olisquea desde la cueva del monje hacia el Ceneam, preciosa.


En el CENAM tenía la organización de la carrera instalado los archiperres de la entrega de premios, con megafonía, avituallamiento y demás parafernalia. No nos quedamos porque ya estábamos fuera del horario de control.


Volvemos por senderos hasta la Granja, adentrándonos en la espesura del otoño.


Espectacular la zona de robles por donde terminamos, adivinando casi el camino y rezando para que a esa velocidad no haya ningún obstáculo bajo las hojas.


Acabamos junto al campo de Polo, donde me fijo en esta fuente (creo que es la fuente de la Reina Carabina, no tengo el libro a mano) cuyo caño se asemeja a algo que también cuelga, no se quién es el artista, pero está muy conseguido.


Y ya que estamos por allí, pues tuvimos que entrar a ver cómo han dejado aquello y a echar una partida.


Lo de la partida es mentira, que Juan se dejó los palos de golf en casa, sino, me veía corriendo detrás de estos descerebraos.


La vuelta por carril bici, pantano y caminos hasta Trescasas con el viento a favor, parecía un Ferrari, pero un Ferrari deportivo, como diría Ricardo.

Gran día, gran ruta y mejor compañía.