"El Pozo de la Nieve. El pueblo árabe comenzó a construir pozos de la nieve alrededor del año 1100. En el siglo XVIII ya se realizaron en las montañas, a más o menos 1.000 m de altitud donde la nieve era abundante. El mejor terreno era el centro de las grandes praderas en ladera, lo que permitía rodar las bolas de nieve hacia el pozo. Su finalidad era acumular nieve en la época invernal y conservarla para el verano.
Para construir se excavaba en el terreno un hueco de 4 a 6 m de ancho y de 6 a 10 m de profundidad, realizándose la pared con bloques de piedra de granito[...]
Alrededor de los pozos se construían refugios [...] para evitar el calor del sol, ya que se trataba de mantener el hielo y la nieve el mayor tiempo posible. En el fondo del pozo poseen un desagüe con una salida subterránea para evitar la humedad, ya que la nieve no apoyaba sobre la tierra, si no sobre una cámara confeccionada con pequeños troncos para la filtración del goteo al deshacerse."Hacía tiempo que queríamos sacar las bicis fuera de la Sierra de Guadarrama y se nos presentó el fin de semana perfecto: alquilamos una casa rural con las chicas y de paso nos llevamos las bicis.
Ficha de la ruta:
Centro de operaciones: Navaluenga. Casa Vacacional El Rincón del Venero.
Llegada: viernes 14 de octubre
Salida: domingo 16 de octubre
Nº personas: 9
Actividades: senderismo, golf, rutas MTB y sobre todo comer y beber.
Sabado 15 de octubre de 2011. Celebración por todo lo alto de la onomástica de D. Juan Francisco Santiuste: ruta por el castañar y posterior barbacoa a base de corderito. No podemos retrasar la vuelta porque como buenos machos alfa que somos, hay que preparar el fuego. Tenemos unas 3 horas y media para conocer la zona.
Al salir de la casa, un golpe de aire fresco nos recuerda que estamos en la provincia de Ávila, junto al río Alberche. Son las 8.45 y el coche marca 1ºC en Navaluenga pero según nos acercamos a El Tiemblo, sube el termómetro al mismo ritmo que nuestras ganas de ponernos a pedalear.
Aparcamos en El Tiemblo, ajustamos los frenos y allá que vamos.
Primeros kilómetros sobre asfalto, vemos los puestos de control del ayuntamiento que al parecer cobra una pequeña cantidad por el acceso al castañar. Nosotros pasamos saludando y todavía no se si fue por que aún era muy temprano o porque nos querían invitar, el caso que no pagamos el peaje.
De camino vimos esta viborilla en la cuneta, ya estaba muerta, que conste que nosotros no fuimos.
Termina el asfalto y continuamos por una pista bien pisada. Empieza a subir la temperatura y con los sudores del ascenso me sobra ropa. Paramos a despelotarnos y aún así seguimos pasando calor.
Luciendo tipito |
Mientras, el sol empieza a filtrarse entre los pinos, dejando bonitos contraluces como este.
A Juan le tendrían que quitar varios puntos, de los de conducir. Recibió varias llamadas de felicitación, pero no paró de pedalear, a una mano; todo un peligro para la circulación.
-..muchas gracias...sí, cumplo 29 |
Seguíamos subiendo pero ni rastro del castañar, ¿nos habríamos perdido o es que han movido de sitio los castaños? Bueno, de vez en cuando las carretera aparecía flanqueada por pequeños castaños o castañetes.
Nos empieza a llegar el olor del bosque, un olor a pino que a mi me despierta recuerdos de un campamento que hice de crío por estos lugares. Por aquel entonces no sabía disfrutar del monte como ahora, pero ese olor me ha retrotaído a mi niñez.
Llegamos al desvío Castañar / Pozo de la Nieve y como el camino al Pozo parece más empinado pues allá que vamos, ahora sí parece que se pone interesante el camino. Llegando a un merendero aparece dibujado en un mapa de señalización el acceso al pozo, no entendíamos muy bien porqué pero estaba atravesado por unos pinos cortados recientemente, impidiendo el paso.
Después de saltar por encima de los troncos (alguno de considerables dimensiones), vemos que había que seguir otro camino, pero bueno así hemos hecho algo de bici-al-hombro para disfrute de Juan.
El bosque se va abriendo y se va convirtiendo en una plantación de helechos de colores diversos, me recuerda a algo, pero en Segovia creo que no tenemos nada parecido a este paisaje.
Desde aquí se empieza a vislumbrar buenas vistas ahí abajo, los castaños todavía no se adivinan, bien escondidos están los jodíos.
El camino de subida ahora está muy roto, con mucha piedra y con estos calores el terreno está suelto, no traccionas y en algún momento hay que echar pie a tierra, pero no es complicado.
Estaba saliendo todo a pedir de boca hasta que se oye el silbido culebrero de las nuevas cubiertas que Juan estrena hoy. Parece mentira, no tienen más de 20 kilómetros y ha aparecido una raja en la rueda de alante que después de un par de intentos, bomba en mano, conseguimos que el líquido tapone.
Nos viene bien el descanso y a seguir, que debemos estar cerca.
El día espectacular, según nos vamos acercando a coronar el portacho del pozo, más ganas tenemos de seguir subiendo, sobre todo Juan, pero tenemos un horario que cumplir y no podemos despistarnos.
El refugio ha sido reconstruido y está muy bien conservado, con un cartel en la puerta que he intentado reproducir al inicio de esta entrada. Es muy curioso cómo se las apañaban hace un par de siglos sin neveras, ni combis, ni "No Frost". Ahí se montaban los tíos sus frigoríficos ecológicos, ahora, súbete tú hasta aquí para llevarte un trozo hielo... no se si merece la pena.
El fondo del pozo |
Con ganas nos quedamos de seguir, pero nos confabulamos para volver en otro momento, la próxima vez si puede ser con más compañía.
La vuelta por el mismo camino que subimos, con cuidado por cómo estaba el terreno, la rueda de Juan y por la ganadería de reses bravas con que tuvimos que lidiar. Aquí Juan en un lance, dando un pase de pecho que ni Manolete.
Paramos a beber agua en el merendero y a comer algo, casi sin hambre (qué raro). Cuando ya veíamos que nos quedábamos sin castañas, encontramos por fin el camino que desemboca en el castañar.
Aquí terminó nuestro viaje en solitario, se ven llegar hordas de excursionistas y gente paseando, niños cogiendo castañas (estas son de las que se comen) y los padres también, menudo expolio de castañas llevaban algunos.
Al parecer es un recorrido circular que se inicia y finaliza en el aparcamiento. A nosotros nos pilló a mitad de recorrido, así que dimos una vuelta y media a petición del público.
Esperaba encontrar castaños voluminosos y frondosos como en los cuentos de hadas, pero me encontré con árboles altos y esbeltos más tupidos en las copas que en la base. Estamos en el inicio del otoño, las castañas rebosan y sus erizos (el envoltorio de las castañas) desparramados por el suelo, mientras los árboles van mudando de color sus hojas. Otro espectáculo diferente al que nos esperábamos.
Algunas formas raras: de la base de un castaño arrancado o muerto, han surgido 4 ramas que con el tiempo se han convertido en árboles hechos y derechos.
Señalizado y rodeado por una vaya de madera (imagino para que los animales respeten), está el castaño conocido como "El Abuelo", un árbol con más de 500 años quemado en su mayor parte. Queda un tronco hueco del que ha ido resurgiendo la vida con más fuerza, creando un árbol parecido a un abuelo apoyado en sus muletas.
Llegando al parking (mitad de la ruta circular) nos dimos cuenta que necesitábamos más, así que nos dimos la vuelta e hicimos el recorrido completo.
Esta vez sí vimos grandes árboles y frondosos, como los que tenía guardados en mi imaginación, incluso una manada de corzos que levantó una polvareda en cuanto nos escuchó y no me dio tiempo a retratar.Ahora sí, de vuelta para el coche que nos lo hemos ganado.
La vuelta por un camino empedrado por el que no subían coches, más cómodo en ese sentido pero incómodo por el sufrimiento de las suspensiones.
Una vez en casa, unas chuletillas, morcillitas, salchichas, alitas, cervezas, vinos y sangrías de sidra después (sí, sí sangría de sidra, cuya elaboración aún es un secreto), tiramos de las orejas a Juan y nos siguió agasajando con otros placeres gastronómicos.
¡¡¡FELICIDADES JUAN!!! Al año que viene repetimos