miércoles, 18 de agosto de 2010

Malangosto sin romeros

Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.
-«Desgraciado, ¿dónde andas?
¿Qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?»

Contesté yo a sus preguntas:
-«Me voy para Sotos Albos»
Dijo: -«¡El pecado barruntas
con esos aires tan bravos!
Por aquesta encrucijada
que yo tengo bien guardada,
no pasan los hombres salvos.»
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita 
Tranquilas chicas, que nosotros pasamos salvos. No dimos con la serrana.


Por razones de agenda, falté a la cita con la romería de Malangosto, que este año se celebraba el día 1, primer domingo del mes de agosto. Es la romería que se realiza a mayor altitud de toda Europa (1.975 m), subiendo en procesión desde el chozo hasta la cruz, donde se oficia la misa al aire libre. En esta peregrinación, siempre me ha llamado la atención la capacidad pulmonar del músico de la dulzaina, que sin desentonar una nota sube cual Oiarzabal acompañando al santo.

Me gusta acudir a este evento desde que era un adolescente, cuando mi padre me descubrió la romería, afrontando la pendiente del puerto en la comodidad de un 4x4, hasta que encontré una forma más gratificante de asumir ese reto: subir pedaleando.

Domingo 15 de agosto de 2010. A la una hay que estar de vuelta en casa, así que quedamos Juan, Roberto y yo a las 8.30 en Trescasas, demasiado pronto para Alejandro que a las 2.20 me envía su ya tradicional mensaje. Queremos subir por el camino que suelen llevar los romeros motorizados, que sin romería es más tranquilo, y bajar por las Tejeruelas hasta la mata de la Saúca, por donde subí con Juan el año pasado. 

Enseguida iniciamos un pequeño ascenso hasta los secos y polvorientos senderos de la cañada real dirección Sotosalbos. Es una senda fácil de seguir, sólo rompe su monotonía el cruce de un par de arroyos y las carreras de algún atrevido conejillo (pudiera ser liebre) hasta su madriguera. 
Me encanta este tramo de la cañada que he seguido desde crío cientos de veces, muchas pedaleando como si en ello me fuera la vida (hasta que un día probé el suelo), otras tantas dejándome llevar, tratando de desconectar durante el mes de agosto y las más divertidas descubriendo nuevos senderos para no volver a casa por la misma ruta. Aunque cuando más se goza la cañada es en primavera, cuando las aguas de los arroyos se desbordan, convirtiendo el camino en un verde lodazal. 

Llegamos al Rancho Alfaro, donde comenzamos a subir por un camino con grava del calibre 52 que agarra los neumáticos como queriendo impedir nuestro avance. Aquí Rober se monta en la chepa a unas amigas que no abandonará hasta casi coronar: unas 30-40 moscas que establecen su base en el maillot negri-blanco.


No sabemos si es el suavizante que utiliza Elena o las feromonas que desprende Rober (Elena sácanos de dudas!!), el caso que entre Juan y yo no llevábamos ni la mitad de la "orgía mosquera" con que Rober nos sorprendió. En el embalse del Pirón paramos a ver si encuentro la altura del sillín y a espantar el moscódromo de Rober.


Desde aquí ya se empieza a divisar el horizonte castellano y prácticamente hemos pasado las peores rampas.


Seguimos subiendo por un terreno algo más amable, "subir llaneando" como le gusta definir a Rober.


Paramos a llenar el bote de forma gratuita en el arroyo del Pastizal, donde hace unos años el Mixo rechazó un trago de sus aguas cristalinas, imagino que embriagado por efecto del golpe de calor que llevaba, pero esto es otra historia.


Seguimos la autopista hasta que toca saltar la valla. Juan establece prioridades: la bailarina tiene que danzar siempre en último lugar, para poder sentir sus fibras carbonatadas justo después de pasar nuestros hierros. Y aquí comienza la subida por el pedregal que precede al chozo, con unos primeros metros en los que no se escapa nadie de echar el pie. Roberto está fuerte y demarra para mantener el equilibrio.

Nos juntamos en el chozo, donde rellenamos los botes con un agua que nos esquilma Bezoya unos metros más abajo, agua fresca, como recién sacada de la nevera, todo un lujo para poder continuar hasta la cruz, donde se respira un aire limpio y puro, demasiado fresco para venir sudando. 

 

Disfrutamos de las vistas, desde el puerto se divisan tierras castellanas y madrileñas. Repostamos en este paraje de tranquilidad antes de emprender el descenso y hacernos las pertinentes fotos.


 
A partir de aquí ya solo nos queda tirarnos cuesta abajo (o eso pensamos), extremando precauciones en el pedregal y dejándonos deslizar por las Tejeruelas y la Umbría, volviendo a saltar alguna portera. 
Cuesta decirlo, pero se cansa uno de tanto bajar, en tensión por el estado del camino y sujetando la bici con los frenos para que no se embale. Cuando llegamos a la mata de la Saúca con las piernas dormidas, se nos ha olvidado dar pedales y cuesta avanzar. De aquí a casa un paseo, con algún pedrusco que se lanza contra el dedo gordo de mi pie antes de llegar a Gamones.



  

Sé que con palabras no se puede dar consuelo,
pero desde este blog queremos hacer llegar nuestro más sincero pésame
a nuestro amigo Juan, que ayer perdió a su abuela.
Un fuerte abrazo para Juan y su familia, que cuentan con nuestro apoyo
al igual que siempre nos lo entrega Juan, de forma incondicional.

Paz y mucho cariño.


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