lunes, 1 de marzo de 2010

Pasarlas pardas


Tocaba ruta por Madrid, sin mucho desnivel y no muy larga, para no empeorar mi ya crónica condromalacia rotuliana ("Condro-malacia"... fatídica palabra para indicar un dolor en una zona indeterminada de la rodilla y que impide un pedaleo normal).

Bueno, pues El Pardo reunía esas características y la mañana post-ciclogénica-explosiva del domingo, sin una brizna de viento y con un cielo despoblado de nubes, invitaba a pedalear. La invitación se convirtió en entrada libre y nos cruzamos con grupos de bikers y runners constantemente.

A las 10.30 salíamos desde Argüelles destino Casa de Campo. En Madrid es inevitable coger algo de asfalto, aunque por lo general tratamos de evitarlo.

Una vez en el parque del Oeste, salimos por el campo de la bombilla, cruzamos el Manzanares y atravesamos la pasarela por encima de la M-30 hasta llegar a la casa de campo. Desde aquí seguimos el anillo verde ciclista, muy bien señalizado y con un firme demasiado urbano: nada de barro, nada de piedras, ni cruce de ríos, pero con alguna huella de Xynthia, que en su explosivo paso por Madrid, dejó algunas ramas en el carril, nada importante.

El anillo nos acerca velozmente a los hoyos del campo de golf de Puerta de Hierro, las lujosas mansiones de Arroyofresno y el peligroso cruce de calles y avenidas como Cardenal Herrera Oria. Divisamos el Centro Nacional de la RFEG y aquí tengo que consultar el track. Un viandante muy amable nos indica el camino a nuestro hábitat natural: "¿al Pardo? hay que subir las escaleras y seguir pegados al muro, tenéis caminos los que queráis"

Y allá que vamos, subida dura pegados al muro del campo de golf hasta coronar junto a la salida del hoyo 9. Estamos encima del túnel de la M-40 y las vistas de Madrid son preciosas, con las torres al fondo.
Nos juntamos a un grupo de 4 bikers a los que pedimos acompañar en su recorrido a El Pardo. Aceptan sin problemas y les seguimos. Es increíble el buen rollo que hay siempre entre ciclistas, el montain bike es un deporte que se disfruta en grupo, comentando y charlando, gozando del paisaje.


Seguimos camino del club deportivo Somontes. A partir de aquí seguimos un camino pegado al Manzanares, sorteando viandantes. Sigo con molestias en la rodilla, así que aflojo un poco para seguir a distancia a nuestros acompañantes. Juan me señala cómo baja el Manzanares, bastante caudal pero con un color parduzco, nada que ver con la transparencia de nuestro añorado Eresma. El camino está bien conservado excepto en algunos tramos donde las obras y el agua que ha caído estos días obligan a tomar algunas desvíos hasta llegar al pueblo de El Pardo. Continuamos por un sendero repleto de gente caminando hasta llegar a la presa, donde paramos a reponer fuerzas y media vuelta porque las medidas de seguridad que rodean el palacio de la Zarzuela no permiten continuar más adelante por este camino. Nos comentan nuestros compañeros de ruta que la vuelta se puede hacer por el otro lado del río, pero el barro lo desaconseja, así que volvemos por donde hemos venido.






La vuelta la hacemos a otro ritmo, me quiero probar y trato de seguir a los fuertes del grupo. Me siento bien y la rodilla parece que se ha calentado y responde. Comienza el último repecho de subida, 1 km con la mayor inclinación del viaje hasta el club de tiro al pichón.
Desde aquí vuelta al carril bici, intentando retomar el ritmo fuerte, pero la rodilla se resiente y aflojo. A pocos km de la casa de campo noto el baile de san vito en la rueda de atrás, tengo que parar e intento arreglarlo. No hay forma, el eje tiene una holgura que hace bailar la rueda de zapata a zapata de los cantilever.
Nos despedimos de nuestros nuevos amigos en la casa de campo y terminamos nuestra aventura madrileña.

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