miércoles, 22 de febrero de 2012

Mono de nieve

El "mono de nieve" es lo que normalmente sufren los esquiadores fuera de la temporada de esquí, tras la suspensión de forma brusca del blanco elemento. Esa misma dependencia es la que hemos experimentado en carnes propias, con ligeros espasmos que se producían al mirar las faldas de la Sierra, fiebres continuadas al mirar la previsión del tiempo y vómitos al ver la espuma blanca de la cerveza.


Entre el frío, los compromisos y otros eventos deportivos, llevábamos tiempo deseando pisar nieve. Con los dientes largos, viendo la sierra blanca y un sol espléndido, el domingo se presentó por fin la ocasión.


Domingo 19 de febrero de 2012. Salimos desde la casa de Juan como otras veces, por el carril bici. Al llegar a la rotonda de Palazuelos, se me hace extraño no ver la figura a contra luz de Roberto esperándonos. Se te ha echado de menos en la etapa de hoy.


En Robledo Park nos encontramos con mi hermano, Isaac y Nino, que nos dan el parte de nieve: mucho barro y hielo por la sierra. Ellos prefieren subir a la Atalaya, que se ve más pelada, pero digo yo que barro habrán pillado, que dejen aquí su comentario a ver qué tal fue.

Nosotros hoy no cambiamos nuestro destino ni aunque nos digan que hay lluvia radiactiva, da igual cómo, cuánta o de qué color, pero si hay nieve habrá que probarla.
En nuestra primera aproximación al sólido elemento por detrás de las huertas de La Granja, ya vemos que lo del hielo va a estar peligroso, pero enseguida nos adaptamos al terreno, mucho tienen que ver los neumáticos y la concentración con la que pedaleamos. Nos acordamos también de Juan Carlos que con sus slicks por aquí lo pasaría mal, ¡¡JC pon los neumáticos de nieve extrema ya!!


Subida por la fuente de la plata, donde el hielo va dejando paso a una nieve más ciclable. Compruebo que en este terreno el brain de la Jumper no es suficiente. Mientras veo a Juan subir sin despeinarse, yo me engancho y paro en cada badén o pisada, paro a bloquear amortiguaciones y eso es otra cosa.
Estaba muy gracioso el paso de ríos y arroyos, tapados por el hielo y la nieve, pero el deshielo te puede jugar una mala pasada.

- Pasa, pasa que no hay peligro
La llegada a Tobarejos nos descubre un paisaje blanco, de suelos cubiertos pero sin nieve en los árboles,  hay que parar a deleitarse y a retomar el aliento.


El siguiente tramo lo pasamos siguiendo la huella de un coche, sin salirnos de la fina trazada, haciendo equilibrismos.


El entrenamiento de hoy sin duda va a dar resultados en nuestra forma física. Es buen momento para hacer series, en cuanto coges trazada te metes un calentón del doce para continuar dando pedales, hasta que el terreno te impida continuar.



Paras, bajas, descansas y...


otro calentón.


Antes de llegar a la fuente del Chotete perdemos la huella del coche, así que nos toca empujar la bici y caminar. La fuente casi no se ve, está medio tapada por la nieve y un hilillo de agua nos indica que hemos llegado.


Desde aquí las ruedas sobran, mejor habríamos salido hoy con trineos.


Pero llega lo bueno, decidimos bajar y disfrutar de zonas con menos nieve por donde se pueda pedalear, que la cosa está muy malita. La bajada dando pedales y aguantando la dirección.


Las paradas sólo para volver a coger impulso, muchas veces me cuesta enganchar el pedal, mientras que Juan engancha sin problemas. Aquí la diferencia entre unos Crankbrothers y los Shimano: la evacuación de barro y nieve, desde luego que los japos tienen que mejorar en este aspecto.



Hacemos más divertida la ruta bajando por las ruinas de la casa del cebo, donde la temperatura es ideal para tomar el sol y dar unas volteretas en la nieve.


Volvemos a hacer series en la nieve, la mínima cuesta se convierte en el Tourmlet. Muchos pedales y poco avance, vamos a sacar buenas piernas de aquí.


La nieve aquí es más manejable, algo más compacta y te permite avanzar sin hundir la rueda de atrás.


La salida del pinar la aprovechamos para hacer las llamadas de rigor y disfrutar del paisaje. Enviamos fotos a Juan Carlos y Roberto, que sepan lo que se están perdiendo.


Juan Carlos nos responde enviando una foto de su ruta. Se ha quedado en Madriz y ha salido por el Pardo, como bien dice él, no es lo mismo, pero también te quita el mono de bici.

no es lo mismo q la sierra... saludos a los segobike desde el Pardo!
Después del momento tecnológico y comunicaciones diversas, bajamos desde el esquinazo del palacio de La Granja, que la nieve ha dejado muy bonito, sobre todo cuando echas mano del freno y se bloquea la rueda sin saber si vas a parar en el suelo o contra un árbol.

Laura, que conste  que se tiró, que no se cayó, puedes comprobarlo en el resto de fotos
Seguimos bajando, nos desviamos por el robledo junto al arroyo, sorteando árboles, haciendo alguna salida de pista, en una orgía para los sentidos. Se lo hemos tratado de explicar a Juan Carlos, el subidón que supone montar sobre la nieve, sobre todo bajando por nieve virgen, pero hasta que no lo vives en propias carnes no te haces a la idea, así que toda palabra que escriba se queda corta, anímate!!

Nos hemos quedado con ganas de más, así que tiramos a Valsaín y nos hacemos una Gallega. Al principio nos sorprendió que no había mucha nieve, incluso un dominguero con trineo (de los que salen en bici los sábados) se dio la vuelta. Pasadas las primeras rampas se empieza a concentrar sobre el asfalto.


Es nieve compacta y se puede pedalear sin problemas, eso sí, sigue siendo cuesta arriba y hay que sudar.


En la cruz de la Gallega se podría decir que la zona está irreconocible. Esta foto está hecha allí, pero si os digo que subimos hasta Cotos a tirarla, pues también os lo podéis creer.No es cierto, pero podría serlo.


Estamos hoy en plan exploración y con ganas de nieve, así que nos tiramos hacia el Eresma, al principio siguiendo huellas que han dejado los animales en un camino bien marcado.


Pero en seguida nos cansamos y nos hacemos un fuera pista de lo mejorcito de la mañana.


De esos que vas abriendo pista y de repente se hunde una cuarta la rueda pero continuas sin problemas, una gozada.


El problema de toda bajada es que se termina y en este caso para llegar a Valsaín los caminos están saturados de agua y barro, más barro que agua en este caso. Te da pereza manchar la bici con lo limpita que venía, así que vamos evitando el camino.


En Valsaín con ganas de echar un padel nos quedamos, pero la pista no estaba en condiciones.


El Pontón ha empezado a descongelarse, sin embargo en estas latitudes el hielo tiene pinta de durar algo más. Llevábamos hambre, así que no paramos a hacernos unos largos.


Nuestro objetivo era otro, el Bar La Pradera, donde nos estaban esperando estos señores huevos con sus colegas las patatas, los botellines y sus torresnillos.

Manjar de Dioses


Nos cambiamos la térmica, en una zona cerrada y calefactada no es lo mismo. Tuve que convencer a Juan para que no se cambiara en la calle, para no perder la costumbre. A estas alturas habríamos comido cualquier cosas, pero ¡por Dios!, ese plato merece dos estrellas Michelín. Si tuviera cuenta en el Feisbuk  ya tendría el grupo "La segunda estrella Michelín para el Bar La Pradera, Valsaín, YA!"

Nunca las segundas partes han sido buenas, este caso no puede ser la excepción. Nos falta llegar a Segovia por un camino embarrado y con algo de viento, con el que no contábamos. La salida del bar fue de lo peor.


En cuanto cogimos velocidad se olvidaron los males. Lo mejor: sorteando el camino de barros dimos con una manada de 5 corzos que parecían haber bajado a tomar algo. Los tuvimos a menos de 50 metros y no salieron corriendo, fue un bonito final de etapa.


Así es como llegaron las bicis, con un baño de barro que ni en una clínica de barroterapia, pero digo yo, el barro es una parte importante del MTB, ... o no?






lunes, 20 de febrero de 2012

I CARRERA MONUMENTAL CIUDAD DE SEGOVIA


La semana pasada nos quedamos todos en casa ¿Todos? No, un grupo de intrépidos corredores se calzaron las zapatillas de devorar kilómetros y se apuntaron a la monumental. Nuestro corresponsal en estos eventos, Juan Carlos, firma esta crónica.


Domingo 12 de febrero. 08:32 de la mañana. Consulto en el iphone la temperatura exterior y al comprobar que marca 6 grados bajo cero siento la tentación de volver a meterme bajo las sábanas y olvidarme de esta carrera del demonio...

Cinco minutos después, estoy tratando de desayunar un poco más fuerte que de costumbre para que mis piernas respondan, pero el estomago dice que no, que está lleno de nervios y que allí no cabe nada más.

Me visto, salgo a la calle y decido ir trotando hasta el Azoguejo. He quedado con Juan a las 9:45 para estirar un poquito y buscar un buen sitio en la salida. En la calle San Francisco oigo por la megafonía que el dorsal debe ir colocado por delante. Yo, como buen ciclista, lo llevo por detrás. Un corredor de esos que luce el último modelo de zapatillas, pantalones, camiseta, gorro y gomina me mira, se sonríe y me señala… No me dice nada, pero se nota lo que piensa: ¡Paaaardiiilllooo!

Me entretengo más de la cuenta cambiando el dichoso dorsal, porque con los nervios que llevo no atino a ponerlo derecho. Me pincho un par de veces con los imperdibles, pero tengo las manos tan heladas que ni lo siento. Cuando llego al punto de encuentro, Juan ya esta allí, estirando, charlando y saludando a todo el mundo con su interminable sonrisa.

Nos hacemos hueco entre los corredores que ya están en la salida. Juan me lleva casi hasta los primeros puestos, a esa zona en la que huele a reflex y sudor. Gente preparada. “Pofesionales”, vamos. A mí, globero corredor, me da hasta vergüenza estar allí, pero me pego a Juan y a su lado hasta parezco algo,

Salimos fuertes, como cabía esperar. La bajada hasta La Fuencisla invita a ello. Como casi no he calentado, el impacto en mis piernas es brutal y siento un dolorcillo por todo el cuerpo que me acompañara hasta pasado el kilómetro 5. En estos primeros metros, tengo la impresión de que nos pasa más gente de la que nosotros adelantamos. En una proporción de 10 a 1, más o menos. Lo siento sobre todo por Juan, al que veo con un ritmo ágil y elegante.

En la subida por la Cuesta de los Hoyos, me pongo a rueda (a zapatilla en este caso) de Juan. Me lleva rápido, pero sin quemarme del todo. Él, no para de saludar a corredores y espectadores. Se le ve cómodo y por eso le invito a que continúe él solo y haga mejor tiempo. Pero me dice que no, que viene conmigo hasta el final. Y no sabes como te lo agradezco.


Antes de llegar al Alcázar entro en una pequeña crisis. Siento que voy muy crispado y que todavía queda mucho por delante. Me dan ganas de parar. Juan me lo debe leer en la cara, porque baja el ritmo para que me recupere. Además, según nos acercamos a la zona de la Plaza Mayor hay cada vez más gente animando y apoyando. Entre ellos mi padre, con su inseparable cámara de fotos.

Pasado el kilómetro 7 siento que mis piernas se han recuperado. Es lo que tiene subir al chozo Aranguez, por las zetas, al ritmo de los Segobike, que te haces duro como una roca. Y además tengo a Juan, siempre animándome y tirando de mí. Un crack.

Al entrar en el último kilómetro siento un pinchazo bajo las costillas. El tío del flato. Tantos nervios pasan factura. Menos mal que Juan mira el reloj y me dice que llevamos 42 minutos. Un tiempo para mí increíble.

Alcanzamos Fernández Ladreda tras la enésima cuesta y Juan me dice que ya está hecho. Un sprint y listo. Él arranca a 150 metros, yo espero un poquito y esprinto cuando quedan 100. Alcanzo la meta bastante tocado, pero con una sonrisa en la boca. Tiempazo: 44:33 (puesto 280). Juan había cruzado la meta 4 segundos antes (44:29, puesto 276), pero sin mi lastre seguro que habría hecho un registro todavía mejor.

Entre las fotos de mi padre, dejar el chip y salir pitando para casa para no quedarse helado, apenas me da tiempo para despedirme en condiciones de Juan. En cualquier caso, ya sabes que fue un placer enorme compartir contigo estos 10 kilómetros por Segovia. El año que viene nos tenemos que traer a Roberto y Ramón.


jueves, 2 de febrero de 2012

Un día en el circo


Cerro Puerco. Es curioso que, en ambientes coloquiales, al Cerro Puerco se le denominara “Cerro Hueco”. Se debía a la existencia de glorias debajo de algunos parapetos (no hay precisión de cuantos, se supone que 3 o 4). En estos parapetos solían dormir los soldados para evitar el frío invernal sin que la luminosidad de la lumbre pudiera delatar sus posiciones.



Domingo 29 de enero de 2012. No empezó bien que digamos el día de ayer, entre unas cosas y otras salimos tarde, pero acabamos con unos 45 km en las piernas que pesaban como si fueran 46 "u" más, una barbaridad.
Empezaba el día con un soniquete metálico del disco de freno por mi parte, unas gestiones telefónicas de trabajo por parte de Juan (qué raro) y un resbalón de Roberto viniendo desde Palazuelos por carretera. Nos cuenta que en el puente se le ha ido la rueda de delante y ha salido patinando por un lado la bici y por otro el biciclista. La bici como nueva, el biciclista con un siete en la chaqueta, nada que un zurzido no pueda arreglar.
Salimos ateridos por el frío, buscando el aliento del Sol, hasta que lo perdimos.


Es increíble, cuando te viene una ola de frío de estas te pones a pensar: no es de extrañar que hace 2.000 años los egipcios tuvieran una figura divina asociado al Sol. Cómo cambia la cosa, de sentir los rayos de sol acariciándote a notar su falta y ser azotado por el viento. No se cómo pueden sobrevivir los Noruegos, por ejemplo. Bueno, a dejarse de teología y a dar pedales. Vamos en busca de la cacera del cerro del Puerco, que tanto nos gustó. 


Este camino es bastante entretenido,
no tiene un gran desnivel pero vas subiendo


no es muy técnica tampoco, pero tiene su dificultad


 el paisaje es precioso, en algunos tramos


y si tienes la suerte de ver un gnomo o un troll, tiene su encanto.


Habrá que repetir. Una vez que pillamos pista asfaltada empieza un rompepiernas que cada vez odio más. Un constante sube-y-baja que no te permite coger el ritmo, sin embargo, esta vez estaba aderezado con algo de nieve, lo que le hace más atractivo.


Por la hora que se nos ha hecho, no nos va a dar tiempo a subir a Cotos, pero a ver hasta donde llegamos.
Los primeros tramos del camino viejo del Paular sin rastro de nieve, a la sombra de los pinos (como muy bien cantara María del Monte), sin nieve y nos cruzamos con el corzo Usain Bolt, que en lo que tardas en levantar la cabeza del suelo ha desaparecido. 


Viendo que no hay tiempo para hacer cumbre, nos damos la vuelta y paramos en un claro a comer algo.
Aquí es donde empezó una bonita mañana en el circo: pasen y vean señores y señoras.

El contorsionista intentando entrar en una prenda diez tallas más pequeña,


 un oso pardo recién salido de la hibernación,


y los malabaristas, les falta el cable a 50 metros sobre el suelo.


Nos cruzamos con cuatro mono-ciclistas a los que habían robado la otra mitad y bajaban con una rueda, 2 pedales y un freno (ojo, donde llevan la maneta del freno, si te equivocas de palanca puedes quedar castrado).
Y lo peor no es que bajaran montados, es que se tiraron campo a través grabándose unos a otros. Iban muy bien preparados eso sí y se les veía que dominaban el tema del equilibrio. Lo dicho, estos en el gran circo Mundial triunfan.


Pues viendo cómo estaba el percal, a nosotros nos dio por buscar un camino alternativo a la pista del Paular, junto al arroyo que lleva el mismo nombre, pero no dimos con huellas. Media vuelta y a correr que ahora sí que llegamos tarde.


Bajada por la Canaleja, que anda hoy preciosa (nota mental: hay que hacerla algún día de subida para apreciar de verdad esta vereda), con el barro justo y necesario, incluso para aquellos que cruzaron por el puente.


Ya puestos, volvimos por la radial del pinar, para seguir rodando bien rodeados.


Ya en el carril bici nos encontramos con los Kamorkas que volvían cabizbajos por la ausencia de los jovencillos del clan, nada que no puedan curar con unas chuletitas de esas que se meten entre pecho y espalda.
Y así llegamos a Segovia, con el viento en contra y el inicio de ese frente frío que dicen que va a barrer toda la península esta semana.


Esto es todo amigos